[ENGLISH version below]
Tras su paso por la Tate Modern, la espectacular Olafur Eliasson: en la vida real había llegado al Museo Guggenheim de Bilbao antes de que estallara la pandemia como tal. Comisariada por Mark Godfrey y Lucía Agirre, la exposición constituye un recorrido por la obra del artista danés/islandés entre 1990 y el momento actual a través de una treintena de sus piezas de muy diferente naturaleza, aunque con un punto común: el hecho de que sitúan al espectador en el núcleo de la obra de arte.
Olafur Eliasson se interesa por la percepción del mundo y nos conduce a través de sus trabajos a un cuestionamiento de la experiencia sobre aquello que nos rodea; también a algo muy necesario en nuestros días: la aceptación de la variabilidad en la percepción humana, que de lo sensorial podemos extrapolar a lo abstracto. Surgen de su estudio en Berlín infinidad de propuestas que se materializan de muy diversas maneras. Desde obras de ingeniería a lámparas solares, todas tienen al ser humano como centro, no en el sentido de la representación sino de la recepción.
Tras la reapertura de la exposición, los responsables del museo plantearon un “reto” a ocho ilustradores: plasmar nuestra mirada personal sobre una de las piezas o instalaciones de En la vida real, y he tenido el privilegio de formar parte de este pequeño grupo de compañeros seleccionados a través del catálogo de la APIE / Euskal Irudigileak. Acompaño a Ane Pikaza, Leyre Urbeltz, Alberto Muriel, Higi Vandis, Yolanda Mosquera, Myriam Cameros y Janire Orduna en esta iniciativa denominada Otras miradas.
La visita guiada por las diferentes salas de la exposición, a cargo de Lucía Agirre, fue un verdadero lujo y nos permitió el contacto -en sentido literal- con las obras, entre las cuales debíamos escoger una para plasmar nuestra propia visión.
Elegí, sin competencia -la distribución resultó sencilla-, “Belleza”, una instalación de dimensiones variables concebida en 1993, que asépticamente podría describirse por sus componentes: foco, agua, boquillas, madera, manguera, bomba, pero que también podríamos definir, desde la percepción, como un paradójico arcoíris nocturno. La obra, pues, me resultó especialmente sugerente porque no solo ofrece una dimensión sensorial rica -visual, sonora y táctil- y por ello muy lúdica, sino que presenta también, a mi modo de ver, una carga simbólica especial: permite, en medio de una gran sala donde domina la oscuridad, el viaje al interior de un arcoíris.
Este se consigue, efectivamente, gracias a la fina neblina emitida por una serie de conductos instalados en el techo, sobre la que se proyecta la luz de un foco. La cortina de agua varía en intensidad, y también lo hace, dependiendo de la posición y la mirada del espectador, la percepción del color. En fin, probablemente poco importe esto demasiado a los visitantes más jóvenes, o a quienes por su manera de ser y experimentar lo que les rodea estén más atentos, como yo, al efecto que al mecanismo. Para mí la experiencia se centra en esa posibilidad asombrosa de escuchar, ver e incluso mojarse en un imposible: un arcoíris en medio de la oscuridad.
¿No es verdaderamente una belleza?
Lucía Agirre explica la obra desde la obra misma en este vídeo (minuto 0:45, aunque lo interesante es también el contraste con la sala anterior):
Mi primera intuición tras la visita fue la que se plasma finalmente en el resultado: una experiencia infantil de ese arcoíris mediante la técnica del estarcido. Sin embargo, alguien comentó justamente la posibilidad de realizar ese mismo motivo, de manera que decidí imtentar algo más conceptual con lo que no terminaba de identificarme -por eso no lo muestro aquí- ;), pese a reunir algunas condiciones personales.
En fin, con este intento en la recámara, me propuse probar con mi primera intuición empleando el estarcido, una técnica que aprendí con la maravillosa Julia Wauters en su taller de Vilustrado 2018 (Valladolid Ilustrado), donde experimentamos con dos posibilidades para la cubierta de un libro.
La vida es muy curiosa, y recuerdo perfectamente que disfruté muchísimo mientras pensaba que probablemente nunca volvería a emplear una técnica que no podía llevarme al sofá (uno de mis lugares preferidos para dibujar). Pues bien, dos años después es una de mis favoritas, y la he utilizado ya en distintos trabajos: un calendario, algunos artículos sobre juegos infantiles de mi amigo David Mariezkurrena y una colaboración en un artículo fantástico de Inés Puig sobre Petr Ginz en la Revista La leche. De hecho, ahora mismo estoy trabajando en dos libros con esta misma técnica, que me permite un altísimo grado de abstracción del que no soy capaz en otros casos.
Ofrezco aquí algunas fotos de las fases de este proceso.
Tras el dibujo en un papel corriente, un folleto o unas instrucciones de montaje (que también han servido alguna vez ;) ), se recorta la pieza.
Aunque en otras ocasiones aplico la tinta en el interior de la silueta, en este caso, importaba que el fondo fuera oscuro, de manera que lo hice a la inversa. Alrededor de las siluetas recortadas fui rellenando el espacio de la página con golpecitos de la brocha bien cargada de tinta, incidiendo con brochas más estrechas para reproducir las formas del agua. A continuación, fui dando sombras a las figuras, para lo que voy recortando sus diferentes partes o empleando otras piezas de papel para cubrir aquello que debe permanecer más claro e insistir en los diferentes sombreados.
Por ejemplo, para oscurecer el vestido sobre otros elementos, habría que cubrir estos (yo lo hago pegándolos al papel con piecitas de cinta de carrocero o sujetando bien con la mano que no emplea la brocha). Lo que queda tras el proceso es un despiece de las figuras. Si uno se siente algo inseguro con el resultado, pero satisfecho con las siluetas, se podrían fotocopiar los dibujos para contar con más ocasiones de prueba (yo soy, en general, bastante kamikaze y suelo lanzarme, pero tal vez no sea lo más aconsejable).
Y, después de todo, la primera prueba resultó útil en más de un sentido, y es que en ella había dibujado con lápices de colores la cascada de arcoíris, con lo que, finalmente, pude incorporarla al montaje digital.
Para mí ha sido un placer retomar tinta y brochas para plasmar mi versión de “Belleza”, este arcoíris sensorial donde cualquiera puede disfrutar imaginando lo imposible, como el surgir de una bandada de pájaros, pero otros lo harán observando la naturaleza misma de la instalación. Es una de las muchas virtudes de esta exposición fantástica: que puede disfrutarse solo o en compañía, también en familia, para compartir después miradas y sensaciones sobre las piezas que conforman “Olafur Eliasson: en la vida real”, que bien vale una nueva visita a Bilbao.
Vaya mi agradecimiento al Museo Guggenheim por la propuesta y a la APIE por su mediación y gestión en este proyecto que, realizado en un plazo breve, no ha podido estar en mejores manos.
Y cierro ya con un enlace a la nota difundida a partir de la rueda de prensa del 23 de julio en el mismo museo, donde volvimos a reunirnos para compartir los resultados de nuestras miradas sobre las diferentes obras de la exposición, que conforman este interesante y diverso mosaico:
OTHER VIEWS ON “OLAFUR ELIASSON: IN REAL LIFE”, AT THE BILBAO GUGGENHEIM MUSEUM
Afer its exhibition at the Tate Modern, the stunning Olafur Eliasson: in real life was installed at the Bilbao Guggenheim Museum before the covid-19 crisis.
Curated by Mark Godfrey (Tate) and Lucía Agirre (Guggenheim), the exhibition is a true journey across the Danish/Icelandic artist’s works between 1990 and the current time, bringing together over 30 pieces ot different nature; all of them place the visitor at the heart of the piece of art.
Olafur Eliasson puts perception and experience at the center of his work, and leads to personal questionning of our experience about the world that surrounds us, and thereby to acceptation of variabiliy in human perception and thinking, something so necessary nowadays. From his sudio in Berlin he offers different proposals that come to life in different ways: from enginnering works such as a bridge, to solar lamps: all of them put the human being at the center, not as representation, but mainly as recipient or adressee.
After the exhibition reopening, the Museum challenged eight illustrators to reflect our own personal view on one of the pieces of In real life, and I’m honored to be one of the chosen artists which were selected from the APIE (Basque Illustrators Association) catalog. I’m in this initiative, called Other Views along with Ane Pikaza, Leyre Urbeltz, Alberto Muriel, Higi Vandis, Yolanda Mosquera, Myriam Cameros y Janire Orduna.
The Bilbao curator, Lucía Agirre guided us on a tour of the exhibition; this was a true luxury and allowed us the contact (literally) with the different works among which we had to choose one.
I selected with no competition -I must say the disfribution was easy- Beauty, 1993, a work that could be aseptically be described as an installation of fresnel lamp, water, nozzles, hose, wood and pump, the elements that compose it, but that could also be defined as a paradoxical nocturnal rainbow. I found the work suggesting not only because of the rich experimental dimension it offers (involving sight, ear and touch): it also provides a playful experience as well as an special symbolic load as it allows the visitor a trip “inside a rainbow”.
This is possible thanks to a a curtain of fine mist spread from the ceiling of a darkened space that receives light from a spotlight that shines thorugh the water droplets, making a rainbow visible from different spots, depending on the position and look of the viewer. Anyway, this might not be very important for children visiting the room, or for people like me, that are more interested by the impression or the effect than by the means of getting this result. In my case, the true experience is this amazing possibility of listening to, looking at or even getting wet by something impossible: a rainbow in the darkness.
Isn’t it a true beauty?
My first intuition after the visit was doing something like the work I finally did: a childhood experience, but someone mentioned it , so I thougt I should try something different and more conceptual, but I could’t really identify myself with the result -that’s why I’m not showing it ;)-, so, having that first attempt ready, I tryed my first intuition using stencil, a technique I learnt from the great Julia Wauters at her wokshop in Vilustrado 2018 (Valladolid Ilustrado); on that occasion we created two differents covers for the same book.
Life is strange and I remember myself thinking I would never use that enjoyable process again (I find it really relaxing), simply because it wouldn’t suit my couch (I love drawing on the couch). Well, two years after that workshop I’ve already used stencil in two projects: a calendar commission and a collaboration for the magazine La leche, illustrating an article of Inés Puig on Petr Ginz. In fact, I’m working right now on two books with stencil, a technique that allows me a different degree or abstraction that I can’t reach with pencil or other means.
I show here some pictures of the different phases of this process.
First, I draw on any kind of paper and then cut the silhouette.
Although on some occasions I apply ink inside the shapes, in this case I needed a dark background, so I did the process the other way around: I applied ink around the characters and then different layers of shadow inside them, covering the parts I want to keep lighter. I used different brushes to get light differences and represent texture nuances.
What remains at the end of this process are different small pieces of the original shapes. If one feels a bit insecure about the technique, I would advice making photocopies, but I’m quite a kamikaze: I tend to concentrate and usually forget about taking precautions.
And after all, that first attempt was also useful, because I used the colorpencil drawing of the rainbow curtain I had made, and I digitally assembled both layers.
It was a great pleasure to use ink and stencil brushes to depict my own vision of Beauty, this sensorial rainbow where anyone can enjoy imagining what seems impossible, as a flock of birds emerging from the intersection between light and darkness. Others might also enjoy attending at the mechanism of the installation and experiencing their own perception. This is one of the main virtues of this great exhibition that anyone can enjoy alone, but specially sharing experiences and views with friends and family. Olafur Eliasson: in real life deserves a new visit to Bilbao.
I’m really thankful to the Guggenheim Museum for this invitation and to Euskal Irudigileak-APIE for their support in this project. I really enjoyed every step of the process, and love the great and diverse results of my colleagues: