La revista Nuestro Tiempo me invitó recientemente a ilustrar un artículo sobre algunas figuras femeninas relevantes en el siglo XX. Onésimo Díaz, autor de Mujeres protagonistas el siglo XX, había realizado una selección de cinco mujeres en representación de las muchas que hicieron que la pasada centuria sea considerada como aquella en que estas acceden de un modo más amplio a la vida pública, científica o académica.
No era la primera vez que desde la revista me contactaban para una colaboración, pero no me había sido posible hasta el momento por distintas circunstancias (fundamentalmente la falta de tiempo). En cambio, los plazos parecían suficientes en esta ocasión y yo calculaba que las vacaciones de Semana Santa y Pascua me proporcionarían algunos días tranquilos.
Decidí llevar a cabo, pues, las cinco ilustraciones que acompañarían las semblanzas que el autor trazaba sobre Edith Wharton, Dorothy Day, Katharine Graham, Jane Wilde Hawking y Svetlana Aleksiévich. En ellas quería incorporar el collage a sendos dibujos a lápiz.
El retrato me gusta, en general, y no hacía tanto había recurrido al dibujo con collage manual para una interpretación de Poeta en Nueva York que cerraba el cuaderno viajero de mi amiga Idoia Iribertegui en la exposición Cuadernos viajeros de nuestro grupo Variopintas.
Entonces había empleado una técnica mixta, aunque manual, coloreando las fotografías y otros elementos que remitían a este poemario lorquiano y al contexto en que se había creado, y que combiné con un retrato a lápiz del autor.
Para este ensayo, sin embargo, pensé que sería importante dotar de coherencia al conjunto de ilustraciones que habría de desplegarse a lo largo de varias páginas de la revista, de manera que decidí sumar a los retratos diferentes imágenes en blanco y negro y estilo similar.
En primer lugar, me documenté sobre estas mujeres, de cuya vida personal sabía poco, lo confieso, partiendo de la lectura del trabajo y de otros textos. Realicé cinco retratos a lápiz a partir de sendas fotografías.
Me costó arrancar con la ejecución e este encargo: en pleno confinamiento, leer me ayudaba más en los ratos de ocio que dibujar, pero el tiempo apremiaba y finalmente, no pude postergar más el momento del dibujo.
Paralelamente, iba pensando en qué aspectos podrían representarse: sus profesiones y actividades, tal vez algún rasgo de carácter, un detalle personal… No se trata simplemente de hacer algo bello, sino de que las imágenes comuniquen en relación con el texto, pero también por sí mismas.
Me costó empezar, digo, pero el impulso que da un plazo establecido resulta a veces un empujón necesario, porque la musa no viene, como ya sabemos, sola, y a partir de este trabajo pude retomar otros que iba también posponiendo porque siempre había algo que urgía más.
Volviendo a estas ilustraciones y a los aspectos que deseaba representar de estas mujeres extraordinarias, en el sentido más literal de la palabra, pensé en aquellos elementos que les resultaban comunes -aunque no los desarrollaré aquí-: las cinco presentan una relación con la escritura, la literatura, el saber libresco… y tirando de ese hilo vi que podría haber otras piezas compartidas, aunque formalmente diferentes: sus iniciales, una caracola, que representa esa comunicación hacia el exterior, o una flor. Para esta, unas veces he encontrado vínculo real, como en las violetas de Dorothy Day o el ramo de rosas y las hortensias de Edith Wharton, pero en otras ocasiones he sido yo quien ha asignado cierta flor o un ave (también motivo común) por su simbolismo. El resto de los elementos es más libre y está asociado a cada una de las figuras. Subyace también siempre la idea de que se trata de mujeres creativas, de vocación abierta al mundo, de las que surgen diferentes aportaciones según su estilo particular; de ahí esa sección y apertura de los rostros.
En cuanto al proceso técnico, tras imprimir y recortar los retratos a lápiz, pegué las piezas y las escaneé, manteniendo el tono azulado del grafito para distinguir mejor qué partes son dibujadas por mí y cuáles son imágenes en blanco y negro que tomo prestadas -de repositorios de libre acceso- . Además de realizar las composiciones, añadí también una pincelada de color a cada imagen, un color que se expande a partir de las figuras y salpica los diferentes elementos, como reflejo de esta irradiación personal. La maquetación se ajustaría, según me dijeron, a mi propuesta, de manera que pensé que, si se viera oportuno, sería posible emplazar más de estos círculos en otros lugares de la página. Así ha sido después, con un resultado fabuloso, pues también se ha jugado con esos colores en los títulares de los distintos epígrafes y los textos destacados.
Con estas premisas, pues, compuse los retratos, acoplando los distintos elementos de cada uno de ellos. En esta fase, se trataba de ajustar los diferentes elementos entre sí y con el dibujo. El resultado completo puede verse AQUÍ, en el número 707 de Nuestro Tiempo, a cuyos responsables -y especialmente a mi interlocutora, Ana Eva Fraile, jefa de redacción de la revista- agradezco la confianza en mi trabajo y la libertad absoluta que me concedieron desde el primer momento. Y agradezco también el hecho de haberme empujado a la creación en un momento en que tal vez por mí misma no hubiera podido emprender un nuevo proyecto. En mi pequeña historia personal, muy lejana de la de estas mujeres extaordinarias, ellas quedarán asociadas a este momento extraño y complejo, tal vez crucial, de nuestra existencia.