No hace mucho que se ha publicado La cometa de los sueños , editado en español e inglés por la editorial Cuento de Luz, donde he tenido el placer de acompañar con mis ilustraciones los textos escritos por PIlar López Ávila y Paula Merlán.
El trayecto que nos ha llevado hasta la culminación de este trabajo se inició cuando en septiembre de 2018 recibí, un día después de mi cumpleaños, como un regalo ligeramente tardío, un correo de Pilar. Allí me explicaba que estaba escribiendo a cuatro manos con Paula Merlán unos breves relatos que trataban “de reflejar la realidad de muchos niños y niñas de todo el mundo que tienen sueños y esperanzas aun viviendo con dificultades; niños que no pueden ir a la escuela, que tienen que trabajar a pesar de su corta edad, que sufren violencia en las calles, hambre, abandono o falta de atención, pobreza… “. Y continuaba con su idea de que, en el libro, los sueños adoptaran “la forma de una cometa, que es diferente según el lugar del mundo y el sueño de cada niño o niña”. Me proponían realizar un par de ilustraciones para este proyecto solidario que querían presentar a Ana Eulate.
He de decir que tanto la idea como los textos me gustaron: ambas autoras mostraban con realismo y sencillez, pero a la vez con lirismo, las diferentes situaciones y los sueños que habían ideado para sus protagonistas, evitando las soluciones fáciles o los lugares comunes, y dejando al lector la tarea de extraer sus propias conclusiones.
Mi problema, cómo no, era el tiempo, pero realicé las ilustraciones correspondientes a los sueños de Amàlia, una niña portuguesa, y a Mohesiwä, un niño de la tribu yanomami de la selva amazónica.
Dibujé a lápiz, pensando en colorear con Photoshop, pero me di pronto cuenta de que eso supondría pasar nuevas horas eternas frente al ordenador, algo que ya me corresponde suficientemente en el trabajo, así que decidí probar con la acuarela, que retoqué con rotuladores y lápices de colores.
Las técnicas rápidas al agua me gustan. Me recuerdan a la época, entre los 13 y 15 años, en que recurría a la acuarela con frecuencia, imagino que por la misma razón por la que lo sigo haciendo hoy: por la posibilidad de asomarme a los resultados casi inmediatamente, y por el punto imprevisible del agua. Hacer este libro me ha recordado a aquel tiempo.
Por otra parte, en cuanto a qué representar, había varias opciones: plasmar los sueños de los niños, podía intentarse también una combinación de sueño y realidad… Pero finalmente, pensé que esto tal vez sobrecargaría las dobles páginas, y en caso de optar, me pareció que tenía mayor interés el dar a conocer las diferentes realidades de los protagonistas, que, levemente descritas -más bien nombradas- en los textos, constituían el germen de aquellos sueños y aquello que precisamente queríamos dar a conocer. Cada niña o cada niño de estos breves relatos ve conformados sus deseos por su entorno y sus circunstancias. Intentaría, pues, situar a las personas en su realidad, que da la clave para la medida de sus deseos.
Desde un punto de vista formal, pensé que algunas ilustraciones podrían ir a doble página, pero que otras ocuparían únicamente la página impar, aunque invadiendo con algunos de sus elementos el blanco de la par, y así dispuse la imagen para los sueños de estos niños de Portugal y la Amazonia. Lo explicaba entonces en un correo: “se trataría, puesto que no hay secuencias narrativas, de jugar con diferentes planos, composiciones y escenarios en los distintos textos. No se ha pensado en una paleta uniforme para todo el libro, sino precisamente en reflejar la diversidad también a través del color, y que sea el motivo de la cometa el nexo de unión; pero cabría pensar en ello…”.
Envié ambas ilustraciones terminadas sin demasiada convicción; pensaba que probablemente la editorial aceptaría el proyecto sugiriendo que lo ilustrara otra persona, lo cual me parecería perfecto, pues tal vez buscaran algo menos “realista” o menos “tradicional”, y así se lo comenté a Paula y Pilar. Por eso me sorprendió la respuesta casi inmediata de Ana, de Cuento de Luz, a quien entusiasmaba no solo el texto, sino también las ilustraciones, de manera que fijamos el final del verano de 2019 como fecha límite para la entrega.
Realicé entonces un storyboard teniendo en cuenta la diversidad de planos, y también esa alternancia que me había propuesto entre ilustraciones dobles y de página impar. (He de decir que mis storyboards no son precisamente muy elaborados, pero suelen mostrar lo esencial, y las modificaciones, aunque las haya, no constituyen cambios drásticos…).
E inmediatamente me puse a la tarea de documentación y dibujo. En cuanto a lo segundo, quería evitar cambios en el trazo, por lo que decidí terminar lo antes posible las catorce ilustraciones restantes. Y en lo que respecta a lo primero, sabía que requeriría mucho trabajo, pues de bastantes de los escenarios carecía incluso de imagen estereotipada y, en cualquier caso, no deseaba quedarme anclada únicamente en lo arquetípico. Así pues, indagué en las personas -con su indumentaria-, los quince escenarios y circunstancias, urbanos y naturales -con su flora y fauna-, y en sus respectivos elementos. Cada uno de los protagonistas de estos relatos se basa, pues, en muchas niñas y niños reales, pero ninguno responde claramente a una única referencia; algo parecido sucede con los entornos.
Como suele pasarme, el trabajo progresó en función de mi tiempo libre y, sobre todo, de mis vacaciones, pero a finales de marzo contaba ya con los dibujos de todas las ilustraciones del interior, y fue en las vacaciones de Semana Santa, tardías este 2019, cuando comencé a aplicar el color. Con tal diversidad de tipos y lugares resultaba complicado encontrar una paleta uniforme, y eso me inquietaba bastante en cuanto al resultado final, de manera que, para dotar de mayor coherencia cromática al conjunto pensé en conectar las diferentes imágenes a través de algunos tonos.
Por ejemplo, la cometa azul tras los niños de Manila (que no se ve en la fotografía de abajo) y el azul de los cuencos conectan con un azul de la imagen que los precede, y los colores de sus ropas (malvas y naranjas) se integran en el paisaje de Cable Beach, Australia, en el pantalón y la cometa de Jake, y así sucesivamente. En cualquier caso, este es, sin duda, mi trabajo más colorido.
Tras aplicar la acuarela en un papel no muy apropiado -la idea inicial era Photoshop-, lo confieso (y nunca más me volverá a suceder), volvía a otros materiales: nuevamente grafito, pero también rotuladores finos en algunos casos, y lápices de color -acuarelables o no- , un poco al buen tuntún, según a mi juicio lo iba pidiendo la ilustración.
Una vez escaneadas las imágenes, inevitablemente tocaba volver al odiado (y amado) Photoshop, para los últimos ajustes: la fase más aborrecible, porque al final de un proyecto nos va ganando la impaciencia. Sin embargo, he de decir que, con las ilustraciones terminadas, no tuve que dedicarle tanto tiempo a estos procesos que cuestan pero mejoran el trabajo manual, con el que tanto he disfrutado en este libro por esa vuelta a modos de hacer que sentía muy lejanos. De hecho, necesitó menos de lo previsto, de manera que pude entregar algo antes de la fecha acordada, lo que ha adelantado también la salida de este libro.
Indicaba al comienzo del post que desde el inicio el proyecto nacía con la voluntad de contribuir a que los sueños que albergan muchas niñas y niños en diferentes lugares de nuestro planeta pudieran hacerse realidad. Esto es algo que no hemos perdido de vista a lo largo de todo el proceso y que ha tenido un efecto claro en el modo en que he abordado estas historias, pues constantemente tenía la sensación de que la existencia de los protagonistas era concreta y real fuera del papel. Obviamente, no es así en sentido estricto, pero de alguna manera sí lo es: yo sé que Eliasen, Juana, Adilson o Lis existen con otros rostros, pero con las mismas o similares aspiraciones.
Con el objetivo de que muchos de estos sueños resulten alcanzables, la mitad de los beneficios que corresponden a las tres autoras se destinará a los proyectos que la ONG Agua de Coco desarrolla en favor de la infancia en distintos lugares del mundo, entre ellos, Madagascar, el escenario de una de nuestras historias. También Cuento de Luz realizará generosamente una edición no venal en malgache, lengua nacional de ese país -que comparte oficialidad con el francés-. Es una alegría especial pensar que nuestro trabajo pueda ser leído directamente desde allí por niños como Anja y Tovo, en quienes he puesto tanto afecto que casi han cobrado vida propia.
De hecho, por una vez recordé documentar el proceso, y fue justamente en su caso, de manera que puede seguirse aquí en varios momentos:
Han sido ya muchas las alegrías vividas en la gestación de este libro; muchos los buenos momentos y las risas que, sin conocernos personalmente, hemos compartido ilustradora y autoras -ellas sí se conocían ya-. Les agradezco su apoyo y su entusiasmo, lo mismo a que a Ana Eulate, a quien también debo agradecer la libertad y la confianza que me ha concedido en estos meses. Solo nos queda esperar que La cometa de los sueños traiga también alegrías a los lectores y permita un mayor conocimiento y comprensión del otro, de muchos otros. Pero además, esperamos que sean también muchos los niños que puedan sujetarse al hilo de esta cometa y volar un poquito más cerca de sus sueños, que a menudo simplemente consisten en alcanzar lo que se entienden como derechos de la infancia: un cobijo digno, alimento, educación, respeto, protección y afecto.
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[Cuento de luz publica La cometa de los sueños en papel piedra -sin celulosa, agua ni cloro en el proceso- también en inglés (The kite of dreams) y en malgache, para hacer volar los deseos de los protagonistas y los lectores mucho más lejos].