Hace un par de meses supe de la nueva convocatoria del Fanzine 100grados, cuyo tema era IRIS. Como me suele ocurrir, supe de ella pero "des-supe" enseguida con gran facilidad, y solo se me volvió a encender la bombilla tres días antes del fin de plazo, gracias a mi amiga Ana Salguero, que participa con asiduidad.
Al menos era sábado cuando me enteré, lo que me dio un poquito de margen para detenerme a pensar. Pero esa misma circunstancia hizo que me encontrase fuera de casa y con poco material, así que hasta el lunes (y el plazo finalizaba un martes) no dispondría tampoco de ordenador. Pánico momentáneo, pero tampoco me complico: si no llego a las cosas, no llego.
Decidí darle una vuelta al tema, y en ello recordé una serie de Enkel Dika en la que hacía habitar un corazón, un cerebro y también un ojo por sendos personajes. En este último caso, que era el que me vino a la mente, Dika hacía hincapié en la función de la vista: un hombre adulto observaba a través de un catalejo orientado a la retina. No era eso lo que me interesaba representar ni destacar, pero puede decirse que es una inspiración directa de mi ilustración, vía memoria. Buscándola más tarde, comprobé que la obra se llama Extraordinary observer, y que no es la única ilustración en la que Dika coloca un personaje en un ojo (también lo hace en Optic blast).
Pero lo que quería para mi ilustración era una representación gráfica de una expresión figurada: aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de mirada de niño o de ver las cosas con ojos de niño. Y esto sin que que esa representación fuera muy cerrada, porque, por otro lado, esta metonimia resulta lo suficientemente abierta como para que cada cual se la apropie e interprete a su manera. Intentaré explicarme: no quería una imagen concreta de qué o cómo ve un niño, sino simplemente 'decir' gráficamente mirada de niño, ojo de niño, algo que puede traducirse de diferente manera para cada persona y en cada caso.
De ahí el niño pintando el iris, la mirada. Una "literalización visual" de la expresión figurada es algo que me resulta atractivo y familiar -acudo a este recurso más de una vez cuando ilustro o como mero juego-. Digamos que a veces me gusta recordar gráficamente lo que la lengua encierra de irreal, imposible o incluso absurdo en la literalidad de nuestras expresiones cotidianas, como en este dibujito del cuaderno de apuntes:
Aquí se trataba de dar una vuelta más al asunto. De lo figurado en una expresión concreta (con ojos de niño) a lo representable gráficamente -concretamente, por tanto- (un niño pintando el ojo desde dentro) pero susceptible también de trasladar nuevos sentidos figurados (un pintar metafórico).
Así, la imagen quiere conducir a la mirada de la infancia, sostenida desde el interior de cada uno por lo que queda del niño o la niña que fuimos. Puede representar la capacidad de asombro, el gusto por el detalle, la interpretación imaginativa de lo percibido, según lo que cada cual entienda o haya experimentado como una mirada infantil (la propia o la que capta a su alrededor). Por supuesto, puede tener un sentido más amplio: no solo representa al niño que pone un filtro de color a nuestra mirada adulta, sino al que vive en nosotros, afectando a otras esferas de nuestra experiencia vital -o afectado por ellas: a menudo escondido o acallado-.
Volviendo al proceso, aun asumiendo esa inspiración clara en Dika, preferí no recurrir directamente a ese modelo, y busqué una sección anatómica del ojo en la que se observara también el iris. Encontré algunas bastante esquemáticas, así que recogí también referencias fotográficas de distintos iris para que el resultado fuera más rico cromáticamente:
En ese ojo como habitáculo planteé luego los elementos del interior: el niño pintando a brochazos, el taburete, los botes de pintura y la bombilla (que puede también encerrar su propio simbolismo).
No quería que la imagen estuviera cronológicamente determinada, buscaba algo atemporal en los elementos, el pelo o la ropa. Y así quedó en mi cuaderno de esbozo A5, con un lápiz de mina fina (los materiales de que disponía):
De vuelta a casa, escaneé el dibujo, ya que el papel ligero no permitía muchas opciones de color y lo pinté con Photoshop, con pinceles propios y empleando una paleta de neutros, armónicos pero complementarios, en los que me siento cómoda. Hice pruebas con diferentes fondos, con o sin texturas hasta decidirme por la versión final. Al contar el dibujo con un trazo bastante expresivo (mi modo natural de dibujar), pensé en emplear fondo liso, pero opté finalmente por dar unidad al conjunto con uno realizado con con tramas manuales digitalizadas también como pincel, en ligero contraste con con los bordes más externos del ojo y también contrastando más con el interior iluminado. En realidad, aún no tengo claro que sea la mejor opción ;); dejo aquí alguna de las pruebas intermedias:
El resultado puede verse en el contexto de la publicación en el número 16 de 100grados Fanzine (ISUU), junto con otras veintiocho variadas e interesantes propuestas que dan precisamente cuenta de cómo la mirada de los adultos sigue siendo diversa. Tal vez tenga algo que ver en ello el niño o la niña que fuimos, que anda aún por ahí haciendo de las suyas y enfocando nuestra percepción.