Por deformación profesional, supongo, me he intentado documentar un poco sobre el dibujo de músicos. Puntualizo lo de “un poco” porque imagino que habrá más bibliografía y más reflexiones que las pocas que he encontrado introduciendo algunos términos de búsqueda en inglés y español. Sin embargo, he dado con unas pocas apreciaciones de dibujantes en vivo –casi siempre breves- con las que no puedo dejar de coincidir: varios subrayan el disfrute que proporciona la combinación de la música y el trazo.
Si traigo aquí este tema es porque, como mucha gente sabe, los músicos son materia frecuente en mis cuadernos: algunas veces a partir de fotografías o breves vídeos del teléfono móvil (bendito móvil cuando vemos algo que no tenemos tiempo de dibujar en directo) y otras que resuelvo sobre la marcha, mientras suena la música. En estas últimas me encanta esa sensación de fugacidad, de que la postura y el gesto pueden cambiar –y cambian- en cualquier momento, y también esa tendencia a que la mano se acompase a la música.
Desde hace años asisto con regularidad a las sesiones de música folk que se celebran en Pamplona. Aunque han ido cambiando de ubicación a lo largo del tiempo, y en todos los locales ha habido muy buenos ratos, desde hace algún tiempo las acoge el Bar Baztán, en la calle Nueva. Como lo que suena mayoritariamente no son precisamente baladas -que alguna cae-, sino jigs, reels, hornpipes, straspheys, polkas, etc., lo de bosquejar al ritmo de las piezas suele dar como resultado lo que yo llamo, a falta de tecnicismos, estilo zaszasero.
Suelo llevar un cuaderno kraft A5 de Hahnemühle que me gusta mucho, porque el papel tiene un buen grosor si hay que aplicar agua. Dibujo directamente con tinta: pilot negro y pentel brush; a veces también con Koi punta de pincel gris. Los toques de color los doy unas veces con Koi, otras con promarker o con lo que tenga a mano. Y los blancos vienen muy bien para los brillos o la espuma de las Guinness.
El grado de elaboración es variable, y depende de muchos factores: de dónde y cómo me ubique, del tipo de instrumento y los movimientos que requiere, de la música, de si quienes tocan están sentados o de pie, estáticos o siguiendo la melodía o el ritmo y, por supuesto, de la duración de las piezas, porque se trata de intentar resolver mientras la música suena y los músicos se mantienen más o menos estables en su distribución y postura.
Por supuesto, en relación con otras imágenes de músicos tomadas de fotografía, como algunas de las del portafolio (Cuaderno de música, Crisol de Cuerda) en las que intento también mantener la frescura, el resultado de estos dibujos en vivo es más imperfecto, y a veces esquemático, como en este, trazado muy rápidamente solo con pentel, agua y blanco.
En una sesión, lo esencial de un dibujo de grupo suele tardar en hacerse lo que dura un set o menos, aunque si tengo ocasión, puedo demorarme en los detalles y los blancos a lo largo de otras piezas o sets.
No siempre estoy bien situada, pero en un local siempre hay algo interesante que dibujar entre el público de las mesas o la barra y, por supuesto, los anfitriones (pero advierto que este dibujo de Patxi, del Baztán, que es un artista tirando las pintas, está hecho -aunque raudamente- a partir de foto).
Lo cierto es que el dibujo de figuras en movimiento requiere de una forma especial de mirar y fijar lo visto, primero en la cabeza y luego en el papel; de estar atenta a que se reproduzca la postura -o una parecida-, y eso en una fracción de segundo, lo que confiere a esta manera de dibujar una tensión especial. Hay quien necesita hacer puenting para sentir la adrenalina; para mi nivel actual de práctica deportiva, el dibujo de músicos o bailarines es, mutatis mutandis, el deporte extremo del dibujante ;).
Los jueves de sesión folk son una alegría en las semanas en que los disfruto: por el dibujo al ritmo de la música, por la Guinness y el pincho y, por supuesto, por el ambiente y la compañía.